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ESPÍRITUS CHOCARREROS

Tenía algo de tiempo que una película de terror no lograba llevarme a un estado emocionante extremo para casi medio zurrarme del susto. Las últimas que lo habían logrado fueron tanto El Exorcismo de Emily Rose (2005) sobre todo su inspirada secuencia de asedio y posesión en el campus universitario vacío, como Sinister (2012), ambas de Scott Derrickson. Nada parecía indicar que el género en Norteamérica alcanzaría las cotas delirantes en su reelaboración actual.

Pero en un afortunado contexto de revisión, la industria hollywoodense se dispuso a recuperar el terreno perdido ante la competencia que significó el horror japonés con sus ínfulas de calidad autoral y el beneplácito del espectador que se vio reflejado en la taquilla.

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Ya se sabe, después de unos intentos más bien penosos por obra y gracia del Found Footage en los que no abundaremos, James Wan y Scott Derrickson en un primer escalafón seguidos por artesanos menores como Oren Peli, Ole Bordenal, Matthijs van Heijnningen y el propio Sam Raimi en una reafiliación discreta, han tomado la estafeta para reclamar el sitio de honor que le corresponde al terror norteamericano y que tuvo su época de mayor gloria en el primer lustro de la década de los ochentas.

Como buenos narradores fílmicos influenciados por la cultura local, sobresalen los intentos de James Wan por traer de regreso el american gothic; realizador malayo formalmente instruido en Australia, cuna de una de las corrientes de terror más caricaturescas y hasta morbosas de que se tenga memoria y que hizo palidecer al mismísimo Grindhouse gringo.

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En principio responsable y promotor de la saga titulada Saw que le concedió carta de naturalización al torture porn en los Yunaites; a la vista de los excesos repetitivos, formulaicos y derivativos de la estética más cochina del género de nuestros días, resultó astuta su adhesión a narrador de registros más convencionales pero mejor elaborados, de fuerte inversión económica y donde ganó credibilidad ante un público más amplio en todos los sentidos gracias a su desparpajada visión demonológica.

Al igual que la filmografía de su colega Scott Derrickson, el imaginario de Wan se compone de entidades demoniacas. Ya instalado en la comodidad de los proyectos a gran escala, el realizador malayo no tiene empacho en meter espectros de la peor ralea. Tanto en Insiduos como The Conjuring, además del chamuco en turno, suele saturar sus filmes con brujas, fantasmas, fenómenos paranormales y casas chirriantes. Cosa curiosa, la religión católica o un asidero emocional representado en el simbolismo judeo-cristiano positivo está ausente en la mayoría de las obras de esta generación.

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Directo al grano desde la secuencia de créditos, los padres de la familia Lambert tienen que hacer frente en Insidious a sus temores primarios con las armas de la razón. El problema es que las entidades son más persistentes que las chinches, cuyo acoso inclusive se lleva a cabo a plena luz del día y el esfuerzo humano se antoja inútil… y entonces a recurrir a los médiums. Lo grato de la película, además de un afortunado manejo del suspenso, es el juego cinéfilo que construye el director. En el inicio, el filme se aproxima al mito de la casa embrujada cuya referencia más obvia resultará ser Amityville (1979).

Es tal el desparpajo y la impresionante cantidad de esperpentos de ultramundo, que es imposible no evocar la clásica película de Tobe Hooper, Poltergeits (1982). Pero a diferencia del espectáculo luminoso y efectista de la producción de Steven Spielberg que la han envejecido a paso acelerado, el inframundo de Wan posee connotaciones surrealistas inspiradas en los ambientes oníricos fusilados de un artista de la talla de David Lynch. De buen gusto puede presumir este fulano. Bueno, hasta la presencia de Barbara Hershey ofrece una pinta decadente producto al parecer, de la violación tumultuaria reiterativa de la inquietante El Ente (1982).

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En apariencia un cuento fantasmagórico más mesurado que los de sus predecesores catalogados como clásicos (John Carpenter, John Landis, Joe Dante, Wes Craven, Fredd Dekker, David Cronenberg); a primeras vistas, resulta una pirada cosmogonía de lo macabro cuyas manifestaciones cárnicas logran inquietar al espectador para llevarlo por un tour de force donde la lógica más elemental desaparece por completo.

Su único pero lo constituye el descarado final que anunció una secuela ya cantada y exhibida con desigual fortuna, dividiendo opiniones. Y cierto manierismo efectista que afectan al asunto terrorífico. Por lo demás, una estupenda película de entretenimiento malsano para pasar una noche de pesadilla.

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La Noche del Demonio (Insidious)/ D: James Wan/ G: Leigh Whannell/ F en C: David M. Brewer y John R. Leonetti/ E: Kirk M. Morri y James Wan/ M: Joshep Bishara/ Con: Patrick Wilson, Rose Byrne, Ty Simpkins, Lin Shaye, Andrew Astor y Barbara Hershey/ P: Alliance Films, IM Global, Haunted Movies. EUA, 2010.

http://youtu.be/L1mkWCzHfqc

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