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GAME OF THRONES T:06 E:10 “THE WINDS OF WINTER”

“Spoilers lleno de esperanza”

Llegó el triste día que tenemos año con año: presenciamos el último episodio de “GoT” de la temporada. Estamos a nada de que la travesía termine, y déjenme decirles, que la espera en esta ocasión la presiento más pesada y exasperante, porque lo que vimos fue el mejor cierre de temporada de toda la serie, y venimos de uno de los mejores episodios de lo que sea de todos los tiempos, entonces estuvo muy, pero muy cabrón.

Pensaba hacer una recapitulación sobre lo que se vio, pero creo que le haría injusticia a un excelente material que se tiene que presenciar. Es en serio, qué agradable es ver una serie de televisión que presenta elementos tan complejos y entretenidos, que satisface a su audiencia sin darles toda la rebanada del pastel.

Particularmente presenciamos el cambio total de Cersei (Lena Headey) a través de una secuencia única en su tipo. La música, en compañía con la edición generaba una calma mórbida porque vemos los preparativos de los presentes en el juicio, un piano daba paso a un coro perturbador que poco a poco crecía, y con ello, el drama. Porque al final de cuentas Cersei ya no es la misma que vela por sus hijos, ahora es una triste imagen al rey loco que tuvo que derrotar su hermano.

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Acabando con toda la realeza en el reino, e incluso generando la muerte de su propio hijo, Cersei es detestable pero a un nivel que puedes respetar mientras se te cae la boca por el desconcierto. No es que fuese una pésima villana, al contrario; pero durante toda la temporada la vimos distanciada de su hambruna de poder, y pues ahora se erige como una que se volverá el enemigo principal por lo menos de los que no saben que existen zombies en Westeros. Ver el rostro de un Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) al llegar a su amado hogar, ver todo destrozado con el fuego que recuerda de hace años y ver a su amante en el trono de hierro, con un aspecto menos femenino -de hecho se parece mucho a sus hijos- y en el poder por su locura, increíble.

Una auténtica figura imponente en el trono de hierro.

Una auténtica figura imponente en el trono de hierro.

También presenciamos el giro de Arya, quien a pesar de abandonar la peor escuela de la historia, sigue enfundada con la misión de su lista. Walder Frey (David Bradley) recibe su final a manos de una escena sacada de “Tito Andrónico” -mi obra favorita del Bardo- en un momento que si bien en el fondo querías ver, es bastante oscuro. Es una niña que ha decidido llevar una vida violenta y esto queda pensando si su misión en algún punto va a terminar, y si podrá reconciliarse con su familia.

Adios Walder, nadie te va a extrañar.

Adios Walder, nadie te va a extrañar.

Y vemos pistas -o por lo menos eso presiento- del título: recordemos que esto es “Una canción de Hielo y Fuego”. Por parte del hielo presenciamos el ascenso de Jon Snow (Kit Harrington) quien en un momento conmovedor pasa de ser un bastardo a un rey, el nuevo Rey del norte. Nosotros como audiencia podemos presenciar otro momento de Bran que si bien es expositorio -¿Ok? tío zombie, gracias por aparecer dos episodios y no hacer mucho ¡Viajemos al pasado!- ya era necesario, Jon Snow es un auténtico Targaryen, no nos necesitan decir esto en literal, con una transición del bebé Snow al líder que ahora los pueblos del invierno tienen, no es necesario pedir mas… fue elegante e inteligente. Y es que de todos los personajes, Jon Snow es uno que actúa siempre por el bien de los demás, salvo en una ocasión se ha enfrentado con saña y matado a alguien, porque por lo general siempre vela por que los demás no sufran, un auténtico líder… a pesar de ser medio inútil en las estrategias militares, cosa que podría aprovechar Petyr  Baelish (Aidan Gillen) quien aspiraba a tener el título de rey en el norte (y de paso apoderarse de Sansa).

Y con aliados como Lyanna Mormont, el juego sucio del meñique puede que sea complicado de realizar.

Y con aliados como Lyanna Mormont, el juego sucio del meñique puede que sea complicado de realizar.

Y allá, en el otro lado del mundo, ya tenemos el segmento del fuego: Daenerys (Emilia Clarke) ya ha decido zarpar por su título, en compañía del ejército más grande que jamás hayamos presenciado; es la unión de 4 casas que han decidido ponerle un alto a la casa del león que tanto daño les ha hecho, unos quizás ya ni tengan futuro en este mundo (Olenna quiere sangre), pero con tal de ayudar a un bien común, han logrado lo que en hace muchos años no se había obtenido: una alianza por un bien. Y es que Daenerys es un cambio: una mujer fuerte, poderosa (con sus dragones, obvio), con fuertes aliados que razonan (Tyrion) y sobre todo, un líder que busca acabar con la idea que se tiene de la monarquía, no quiere más esclavitud, no quiere más sangre inocente, quiere progreso.

Eso en esencia es la canción de Hielo y Fuego: dos líderes que se encontrarán y buscarán derrotar a un mal que se avecina, uno más importante que el destino de unas monedas.

Faltaron ciertas cosas en esta temporada debo decir, pero qué buen director resultó ser Miguel Sapochnik; el que anteriormente entregó el episodio más emocionante de la temporada, ahora vuelve a generar en nosotros este sentimiento pero con drama. Es un cierre de temporada como casi todo los demás, pero Sapochnik entiende el lenguaje de la cámara y la edición, del cómo se debe entrelazar la trama para generar momentos en los que uno está tentado a lagrimear y resulta inevitable aplaudir.

Se entiende la razón por la que deban existir múltiples directores para una serie tan imponente, pero HBO debe ser un idiota si no consigue que Sapochnik regrese para la siguiente etapa de GoT, una que como siempre, quiere ser más y más.

Y es cierto, se vislumbra un cambio, tanto en la serie como en el poder femenino de sus personajes, personajes que ahora vienen a resaltar que sus opiniones son las que van a mover ejércitos y generar respeto. Y eso que normalmente pensamos en la serie como una llena de senos y sangre.

Hasta dentro de un año Westeros, la espera ahora sí me carcome porque has dejado una nota demasiado alta en la televisión y en el género de fantasía.

Es un buen tiempo para ser un fanático.

 

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