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CHIP ANTISECUESTRO, ILUSIÓN DE SEGURIDAD

En México, donde el que tiene más saliva traga más pinole, la nueva tendencia de la gente bonita (y ricachona) es mandarse implantar chips rastreadores, que en teoría pueden ayudar a localizar a una víctima de secuestro.

Y con eso de que el que sea siente pasos en la azotea por las trastadas de parte de los malosos que amenazan nuestra paz y tranquilidad, el tener un chip externo, metido en el zapato o en otro lado (con un costo de más de 5 mil pesos) o uno de esos nuevos, del tamaño de un barrito de hormiga, que viaja por el torrente sanguíneo sin que nadie pueda detectarlo (y que cuesta la bicoca de 100 mil varitos, ¡lleve lleve!), debe dar una ya casi desconocida sensación de seguridad.

La triste realidad es que la tecnología actual no permite un aparato de ese tamaño que tenga la capacidad de emitir por sí mismo una señal que pueda ser captada por los satélites, ni siquiera al aire libre y sin obstáculos de por medio, como demostraron investigadores de la gabacha universidad de Massachusetts. Y si se pone uno a hacer cuentas de que uno de los obstáculos mayores para una señal que viaja es el agua, y que el cuerpo humano contiene un gran porcentaje de esta, ya tenemos la idea de que lo del chip es pura patraña.

Pero eso no ha impedido que diversas compañías prosperen con la venta de los dispositivos, que al menos tendrán la virtud de regalarle un poquito de paz mental a aquellos para los que el precio no sea problema.

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