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DAVID CRONENBERG

Generalizar la filmografía de David Cronenberg bajo los rígidos esquemas del cine de terror resulta, además de arriesgado, inexacto. Para los que hemos tenido la fortuna de apreciar la mayoría de sus relatos, queda claro que estamos ante una obra inclasificable en muchas de sus manifestaciones, de fuertes lazos con el surrealismo y cuya inventiva viene bien nutrida por la literatura beat, en específico, de la alucinada tecla de William S. Burroughs y del no menos provocativo Vladimir Nabokov, escritores a los que reconoce como sus más apreciadas influencias.

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Graduado en literatura por la Universidad de Toronto, David Cronenberg descubre el cine casi por accidente y después de realizar algunos trabajos de corte experimental, al asimilar las posibilidades narrativas a través de un código visual, comienza a edificar una etapa formativa donde lo grotesco se mezcla fluidamente con el cariz psicológico; donde el mundo intangible de lo mental redunda en tumoraciones corporales espantosas. Esta estética hacia el gore fue posibilitada gracias a la libertad creativa que supuso la producción casi subterránea de la que gozó en su país natal. No faltaron algunos escándalos de parte de burócratas que apoyaron sus primeras intentonas, que vieron como algunos estímulos gubernamentales fueron a parar en lo que ellos (y alguna parte de la crítica conservadora) calificaron de basura pornográfica.

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Estos bullicios mediáticos hicieron que el cineasta ganara notoriedad allende las fronteras con las cintas Parásitos Asesinos, Rabia y The Brood, las que incluso dejaron algo de ganancias en taquilla. No obstante el feísmo estético de bajo presupuesto, la trilogía presagiaba los cimientos de una poderosa imaginación que requería mayores recursos para llevar a mejor puerto una propuesta de vanguardia en un autor que ya mostraba alguna que otra seña identificable y elementos temáticos comunes. Por sus explícitas referencias a una sexualidad orgiástica, inusual para los cánones de la época, a un sentido cárnico indescriptible, a la alteridad de la conservadora realidad circundante; en esta etapa es bautizado como el gurú del horror corporal o del terror venéreo, en una evidente alusión peyorativa.

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Si con frecuencia se ha etiquetado a su filmografía como el cine de la monstruosidad, David Cronenberg siempre la ha reflejado con distancia, frialdad y algo de teatralidad, lo que evita que se conviertan en shows para morbosos. Ello no exime que los dramas y los conflictos de sus personajes estén recreados con una intensidad atípica para el género fantástico, muy a menudo derivado hacia los derroteros de la tragedia profunda. Por lo general, sus personajes están destinados a la muerte o la ignominia a través de una lógica interna y una dramaturgia impecable, que hacen imposible pensar en soluciones reconfortantes para el espectador. Aquí entra, con una fatalidad contundente, el pesimismo sobre la naturaleza humana, la descripción de sus vicios y sus deformidades genéticas, una constante alimentada por la experiencia personal de ver reducido a su propio padre por una terrible enfermedad degenerativa.

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Gracias a un talento al parecer inagotable, el cineasta logra afianzar una accidentada etapa financiada por la industria hollywoodense. Sin abandonar su natal Canadá y sin perder ningún rasgo de identidad, Scanners, The Dead Zone, Videodrome y The Fly, producciones de estudio que lo contrataron como un simple artesano maquilador, mostraron a todo el mundo la poderosa imaginación de un creador en otra de sus perturbadoras obsesiones: la reconfiguración del cuerpo humano a través de la fusión biomecánica para dar paso a la creación de un nuevo estado físico, los albores de lo que se conoció como “la nueva carne”. Prueba de la fuerza inimitable de su visión, son las inconsistentes secuelas dedicadas al asunto de la telepatía, la segunda parte de La Mosca y la posterior serie televisiva sobre el libro de Stephen King, producciones que ni siquiera rozan el lirismo de los filmes citados.

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En los últimos años, en una incomprendida evolución a partir de M Butterfly, algunos periodistas o pseudo-expertos criticaron el abandono del director al género del horror y la Sci Fi reflexiva para buscar públicos más amplios. Irónicamente, en nuestro país, en consonancia con el prestigio adquirido en festivales de categoría, se la hemos puesto bastante difícil, ya que muy pocas de sus inmersiones al cine negro se han exhibido en condiciones francamente chafas (Crash, Eastern Promises), funciones casi de corte clandestino. Y sus dramas, en apariencia algo más convencionales, son material de selección para muestras y foros de cine con ínfulas arte y ensayo (Spider, Cosmopolis); no está demás decir, espectadores que desconocen la mayor parte de sus muy ricas proposiciones artísticas. Es un hecho que sus más recientes películas son escasamente aquilatadas por el público leonés convencional(A Dangerous Method).

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Y aún dentro de este marco, le ha alcanzado para realizar una de las mejores adaptaciones a una novela gráfica (A History of Violence) y que tuvo una discreta repercusión en nuestras salas, a pesar de elevar el nivel y la madurez de este tipo de cine. La genética condicionante vuelve a aparecer en sus protagonistas, convertidos en especímenes que luchan denodadamente contra su propia esencia. Así, tanto la presente cinta como Eastern Promises resultan ser vigorosas reinvenciones sobre una forma de entender el thriller desde el mismísimo tuétano; tramas sórdidas, poderosamente inquietantes y descriptivas de la violencia a realismos sorprendentes que muestran sin tapujos, desde un ángulo invisible, diría microscópico, seres orillados a la adversidad por el puro condicionamiento cromosómico.

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Cineasta influyente en directores rascuaches como Christian Duguay o de la talla de Guillermo del Toro, cuya Cronos se entiende y extiende en el tema de la descomposición de la carne; la cosmogonía de un autor referencial de nuestros tiempos seguirá manifestándose película tras película. Esperemos que su vitriólica y escarificada Maps to the Stars por fin llegue a una pantalla leonesa y admiremos la creatividad de un realizador que pone esmero y cuidado hasta en sus inolvidables secuencias de crédito. De su vasta filmografía para apreciar en lo inmediato, hemos elegido esta y que no llegó a la cartelera de nuestra ciudad… que la disfrute, estimado lector.

http://youtu.be/aaW10wOQKoc?list=PLHREQES_wvdi5IrNBJBXTB9DVvaasIZ1f

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