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ALIENÍGENAS INVADEN LA TIERRA/ por: Gerardo Mares

León, Gto.- A primera vista, la película Monsters (Monstruos: Zona Infectada) parecía un ejercicio más del feísmo documental cámara en mano que afecta a cierta tendencia del cine de terror.

Por fortuna, no ha sido así. Ahora bien, desde la añorada década de los ochentas, la Tierra no había sufrido una invasión alienígena como la presenciada en este churro tecnificado, un filme de espíritu más o menos independiente que ha calcado los postulados del cine chatarra y cuya
referencia más obvia es Contaminación, Alien invade la Tierra (Luigi Cozzi. 1980) y Evolution (2001), cinta del socarrón Ivan Reitman.

Este inenarrable filme contiene una anécdota mínima: vestigios contaminados de una sonda espacial de la NASA que cayó por accidente en
territorio mexicano, afectaron de tal manera el ecosistema dando origen a unos cefalópodos gigantescos.

La zona infectada se encuentra en los estados del norte de nuestro país. Dos gringos intentan llegar a los Estados Unidos a través de dicho territorio… Asolados de verdad por una plaga criminal bastante más letal que estas creaturas fosforescentes, el chistecito de los autores se torna, además de malo, cruel e insensible, debido a que el relato trata de mencionar en tono serio, algunos de los diversos factores que propician la migración de mexicanos hacia el otro lado; un ánimo documental de un realismo miserabilista y que bien manejados, estos elementos pudieron haber enriquecido el contexto fantástico con una connotación crítica sobre este fenómeno social que divide y enfrenta, las políticas internas de ambas naciones.

No es así, y el hombre orquesta que dirigió este pastiche, prefiere dejar sus observaciones a nivel de viñetas, enfatizando, eso sí, tópicos sobre la
pobreza, el tráfico de migrantes, el zopilotismo burocrático y un franco intervencionismo militar para hacer frente a una amenaza colosal que se expandirá a territorio gringo ¿le suena conocido? Apostándole a lo que realmente es, una obra de ficción, el equipo no tiene empacho para utilizar recursos del cinema verité con una cámara en movimiento constante, aunque se percibe una preocupación por el encuadre y la puesta en escena que delata el carácter ficticio de la cinta.

El ánimo o registro documental subjetivo insinuado al principio, sólo aparece en las imágenes “inmediatas” transmitidas por los noticiarios de televisión de una brevedad y concisión notable, secuencias monocromáticas en segundo plano que capturan el lento andar de una criatura mezcla de paquidermo prehistórico y pulpo en la tradición de Tentáculos (Ovidio G Assonitis a.k.a. Oliver Hellman. 1977), un filme que por desgracia, no pude apreciar en mi juventud. O sea que esto de los monstruos tamaño “familiar” no es un rollo paranoico de la posmodernidad… Con un descarado tono políticamente correcto que incluso un servidor calificaría como un acento timorato, la película se desmadra hacia la fantasía a mitad del metraje, lastrada por una mirada condescendiente sobre nuestro entorno social urbano (a pesar de su verosimilitud), con un apunte harto interesante: condicionados por la violencia del narco y la desigualdad, es hasta comprensible la asimilación del miedo colectivo y ver como natural el ataque por parte de las entidades alienígenas en varios condominios derruidos por su ferocidad.

Iniciando el recorrido por Centroamérica y perdiendo la brújula a medida que se proyectan los fotogramas; el realizador presenta una severa
desubicación geográfica debido a una selva chiapaneca en el territorio desértico de Aridoamérica, lugar donde supuestamente se encuentra la eclosión de mutantes que es para cagarse de la risa, una pirámide maya construida en el bordo del río Bravo seguramente por la tribu de los Opalches, indígenas que pusieron en jaque, además de a Hernán Cortés, al Santo; y frente a este recinto ceremonial, un muro de la tortilla que hace palidecer a la mismísima muralla china.

Está bien que es ficción pero no hay que mancharse. Queriendo y no encontrando la forma de hacer una declaración manifiesta sobre la guerra contra las drogas y su impresionante cantidad de difuntos, el filme se estanca como la mirada dubitativa de la chava y esto obliga al espectador (o sea a mí) a especular sobre dos asuntos importantes: ¿Por qué diablos no se evitaron este viacrucis pudiendo viajar en avión? ¿Para qué diablos sacar la jalada de los microorganismos espaciales como si no bastara con comprobar la real contaminación industrial sobre los ríos o lagos y capturar los mutantes que se están creando, en una tesis más palpable? Ahora que Contrapunto News casi se convierte en un diario de lo
insólito; esta es una buena opción para alimentar los miedos primarios y contagiarnos una paranoia que nos impida interactuar con nuestro entorno.

Alguien dijo por ahí que “el cine es mejor que la vida”… en este caso es para dar horror, y no precisamente por sus virtudes narrativas.

Monstruos: Zona Infectada (Monsters)/ D, G y F en C: Gareth Edwards/ E: Colin Goudie/ M: Jon Hopkins/ Con: Scoot McNairy, Whitney Able, Mario Zuñiga Benavides, Annalee Jefferies,
Justin Hall/ P: Vertigo Films para Paramount Pictures. EUA. 2010.

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