Sólo Dios sabe por qué terminas conociendo ciertas cosas en esta vida y yo con la pena de todo el mundo, les puedo decir que también fui partícipe de lo que regularmente me parece un lavado de cerebro: ver en repetidas ocasiones una película.

Esto de niño es muy peligroso porque mientras tus padres piensan que estás entretenido, tu cerebro registra cada miserable detalle de una película, olvidas los colores pero sabes las canciones de una película, olvidas que no debes cruzar por la calle sin mirar los dos lados pero recuerdas los catchphrases de Arnold Schwarzenegger. Es algo por lo que suelo entrar en debate porque la mayoría de las veces le tienes aprecio a una película por el síndrome de Estocolmo y fue gracias a esta fascinación de repetir una vhs -en mis tiempos- te evitó conocer más películas… pero mentiría si dijera que yo no estuve excento de eso.

Cuando mis padres tenían que ir a cenar, o a pasar un tiempo juntos -son humanos después de todo- nos dejaban a mí y a mi hermano encargados con una tía la cual vivía en un departamento muy cerca de nuestro hogar. Ella trabaja en una fábrica de zapatos como secretaria y era soltera, así que la idea de cuidar niños pues sería fascinante para ella pero digamos que ir a un lugar en donde a diferencia de libros de Conan el bárbaro, discos de John Williams y películas animadas encontrabas revistas de Cosmopolitan, discos de Menudo y una sola vhs, la que dejó marcada mi vida de tantas veces que la vi: Me enamoré de un maniquí.

Estamos en Egipto, justo antes de la hora de la comida.

No miento.

Y en una cámara funeraria se encuentra Emmy (Kim Cattrall) una princesa que prefiere hacerse pasar por momia a aceptar el matrimonio que su madre le ha impuesto, ella le pide a los dioses que hagan algo para no terminar al lado de un hombre que no ama y desaparece.

Y sigue lo mejor de la película: una secuencia animada en donde Emmy es un gato y viaja por el tiempo.
¿Tiene qué ver con la película? no ¿Es bonito? por supuesto que sí.

Después de dos secuencias que nadie va a recordar, vemos al joven Jonathan (Andrew McCarthy) siendo despedido del único trabajo que ama en la fábrica de maniquíes. Después de varios intentos para obtener otro empleo -en los que mata a un niño y entorpece las cosas en una cocina por ser artista- , un día pasa por una tienda comercial y reconoce al maniquí que hizo con tanto aprecio y por el cual fue despedido. Después de salvarle la vida a la dueña del establecimiento obtiene un empleo acomodando los objetos de la tienda y decide pasar tiempo con el maniquí en donde se da cuenta de que tanta perfección no es mera coincidencia, ya que la figura es Emmy capturada en un hechizo en el que sólo se le revela a Jonathan y decide ayudar al joven artista haciendo espectaculares  escenas con los demás maniquíes y ropa.

Esta película la tengo grabada en mi cerebro y todas las veces que la he visto pienso en que la idea no es tan mala… pero la ejecución es en donde está en un delicado balance de ser curiosa a…

…digamos…

…un poco…

…cuál es la palabra…

…oh ya…

…perturbadora. Muy, muy, muy perturbadora.

Kim Cattrall Michael Gottlieb tienen una química particular, ella por ser excelsamente bella y él por ser un perdedor que ve en ella algo más, pero el cómo se desarrolla su historia de amor no deja de ser muy incómoda, pero es el menor de los pecados de una película que carece de humor, y eso que lo intenta varias veces.

El guión de Michael Gottlieb Edward Rugoff cae en todos los estereotipos no cómicos que puedas encontrar en una película, desaprovechando incluso a un James Spader que por la década era el “hijo de perra de las comedias ochenteras” y a G.W Bailey a quien recuerdo como el tipo que siempre le gritaba a Mahoney en Loca academia de policías (1984).

Y hablamos de una película que se esfuerza con un guardia de centro comercial que carga a un perro que se llama Rambo.

Pero a pesar de ser una película tan muerta como una figura de plástico en forma de mujer, de alguna manera la seguía viendo y creo saber por qué. En parte por el fascinante centro comercial que la película pone como estándar imposible de seguir (una suerte de tienda departamental de varios pisos en los que hasta puedes volar), justo y como la cultura popular de los años 80’s quiso proponer como lo de todos los días entre los adolescentes que querían ir a gastar su dinero en estas tiendas y dejaré de hacerme estúpido y diré que esto es la razón principal:

https://www.youtube.com/watch?v=bBQVrCflZ_E

Starship, la banda que le hizo daño a la música haciendo una canción de que construyeron una ciudad con rock n’ roll -sin siquiera tener una pizca de rock en su música- lanzaron como sencillo para la película lo que quizás sea su tema más famoso y que te arranca una sonrisa, y que probablemente le hayas dedicado a tu pareja o hayas cantado sólo en lo oscuro de tu habitación… justo como yo.

¿Es necesario ver Me enamoré de un maniquí para apreciar la canción? No… en estos tiempos, en mi caso era regular poner la película y soportar un martirio de chistes sin gracia, personajes enfermos, y sintetizadores para escuchar una canción… si esto no es amor incondicional no sé qué más pueda definirlo.

Felices 30 años Me enamoré de un maniquí, no te amo, pero creo que llegas a cumplir 3 décadas en un momento adecuado para recordar viejas heridas causadas por cintas de video.

https://www.youtube.com/watch?v=N6gpndlepiM

 

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