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LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS II

Cementerio del Terror es un subproducto fílmico que bien califica en lo solemos llamar gustos culposos. La película, que no es tan pestilente como los exegetas del cine de autor quieren hacer parecer, en realidad es un inusual híbrido cinematográfico.

Financiada por uno de los clanes familiares de abolengo, la responsabilidad del producto recayó en las nóveles manos del joven retoño de los Galindo, trasladando la acción a territorio gabacho y utilizando para los roles principales a figuras más bien identificados con el histrionismo telenovelero.

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Inspirada casi en su totalidad por el corto de John Landis Thriller para lucimiento de Michael Jackson; sin embargo, gracias a su desparpajo y ausencia de sentido del ridículo, el tono solemne de la anécdota se transforma en una especie de parodia no intencionada sobre el video musical… ¡y sobre el cine de zombis de manera extraoficial!

No consciente del todo, Galindo Junior logra dotar a su filme de elementos intrigantes que hacen disfrutable su alucinada propuesta: en un inicio se plantea la posibilidad de un slasher film en toda la norma. Incluso la criatura posee características sobrenaturales de cada uno de los psycho killers de moda (Jason Voorhes, Michael Myers y Freddie Krueger). Ya para el morbo, existe la posibilidad que el ente tenga su génesis a partir de los sueños obscenos del protagonista, un Hugo Stiglitz de apariencia decadente y que atestigua cámara al hombro, las correrías del asesino, apenas un apunte de una dualidad no explorada que le hubiera dado mayor interés.

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Si bien los esfuerzos en la elaboración atmosférica no se ven recompensados del todo, se percibe un “sense” malsano y que tiene que ver con la realización de una misa negra en el cementerio abandonado. De hecho, este es otro de los elementos que distinguen a la película. A contracorriente de los dogmas posmodernos, los muertos vivientes de Cementerio de Terror son creados por fuerzas malignas arcaicas que no tienen nada que ver ni con el voodoo transnochado clásico ni con la influencia de vampiros transilvanos, mucho menos virus, substancias químicas o todo lo que sirva para reanimar a un difunto. Igualmente, resulta risible la contención del pandemonium por medio de un pinchurriento símbolo cristiano, así como las tumbas, en principio elaboradas con convicción gótica, pero cuya verosimilitud se manda al carajo gracias al material de unicel con el que fueron fabricadas.

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En el aspecto estético, la película revela cierta influencia tanto de La Noche de los Muertos Vivientes de George A. Romero, como de La Niebla de John Carpenter. No es raro entonces, el plagio de la premisa básica: un grupo de indefensos acosados en un ambiente de encierro y donde incluso se pueden llevar a cabo manifestaciones de espíritus chocarreros en la vertiente de Poltergeist.

Quizá la película ha envejecido a pasos acelerados y su gran pecado sea jugar a la copia descarada o ciertas ambiciones primermundistas sin aportar un temperamento reconocible. Sin embargo, posee una dignidad que no tienen adefesios autóctonos como Vacaciones de Terror o el mamotreto posmoderno de Más Negro que la Noche. En el momento de su estreno, fue de los últimos hitos de una industria tradicional que estaba a punto de desaparecer y a cuyos retoños se les impidió continuar con sus carreras. Sin duda alguna, un gozo de carácter culposo gracias a sus excesos.

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Cementerio de Terror/ D y G: Rubén Galindo Jr./ F en C: Rosalío Solano y Luis Medina/ E: Carlos Savage/ M: Chucho Zarzosa/ Con: Hugo Stiglitz, Sevando Manzetti, Érika Buenfil, Edna Bolkan, Usi Velasco, Andrés García Jr., Eduardo Capetillo y María Rebeca/ P: Dynamic Films y Producciones Torrente, S.A. México, 1985.

http://youtu.be/0D8UgU78xCw

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