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¡QUIÚBOLE! / TÚ QUE SABES DE CARICIAS SI NO TE HAS SUBIDO… A LA ORUGA

Por: Hilaria Melenas

Así reza el sabio refrán que a algún chilango se le ocurrió refiriéndose y completando la frase con el metro de la Ciudad de México. Hoy en Quiúbole adoptamos y adaptamos la frase para hablar del Sistema Integrado de Transporte (SIT) de León, mejor conocido como orugas; a propósito de que, cual Alka-Seltzer, efervesce el rumor de que subirá el costo del pasaje.

Resulta que hace unos días me trepé a la oruga en hora pico, en un ejercicio para desengañarme de las críticas al servicio. Y después de la experiencia recordé por qué decidí endrogarme hace un año con un coche: estaba harta de tomar camiones y todo lo que eso implica.

Eran las 7:30 de la noche y después de que pasaron dos orugas a reventar (Línea 1), abordé la Línea 4 en el paradero Hidalgo sobre el bulevar López Mateos. Mi destino: la estación de transferencia Delta.

Conmigo lograron subirse una señora que llevaba carriola y un muchacho con maleta. Seis paraderos después, los que querían abordarla ya no pudieron, aunque paradójicamente en el pasillo que está cerca del chofer habíamos apenas tres personas y espacio suficiente en el que cabían los que se quedaron con el coraje y la tristeza de tener que esperar la siguiente línea.

Para mi sorpresa los asientos exclusivos de color amarillo estaban desocupados, así que un anciano se pudo sentar y de paso prohibirle a una muchacha que intentó “hacerle compañía”. “No se puede”, le dijo el abuelito mientras le señalaba la imagen de “¡EX-CLU-SI-VO!”. Ciertamente la muchacha no tenía panza de embarazo y se veía en plenitud de capacidades, aunque como todo gandalla, con su actitud puso en duda este último punto.

Avanzamos hasta el paradero Poliforum, donde por cierto es el más amplio y digno de todos los paraderos y apenas se subieron ¡cinco personas! (“¡¡Qué alguien me explique!! ¡¡Solo hay Feria cada año y partidos de futbol cada 15 días, y los otros están a reventar todos los días de cada semana!!).

En fin. Más adelante, me percaté de lo que de reojo parecía un arrimón descarado a una chava de unos 20 años. No era un depravado, sino una doña de unos 60 años que tuvo que literalmente embarrarse de la muchacha y aferrarse al tubo para no caerse cuando la oruga arrancó.

Llegamos hasta la Deportiva del Estado, donde descendimos todos y esperé la siguiente para llegar a Delta. Aquí haré una pausa. Ese paradero es otro nivel, en serio. Por ahí pasan tres líneas diferentes y no sé cuántas más rutas alimentadoras. El caso es que es demasiada demanda en tan poco espacio, apenas cabe ¡una oruga por sentido! Pero ahí, pa´que veas, sí me acuerdo que hace unos años, cuando querían hacer la estación de transferencia en bulevar Paseo de Jerez los vecinos se amarraron a los árboles para impedir la construcción. Así que el servicio que pretendía darse allí se concentró solo en el paradero de la Deportiva, donde el servicio está lo que le sigue de rebasado. Me pregunto, ¿y en ese tiempo no había de plano otra alternativa? ¿Por qué castigar de esa manera a los usuarios? Es deprimente ver a la gente hacinada, empujándose para poder subirse porque literal, si no lo haces, no llegas a tu destino.

Orugas 2

Cuando llegué a la estación Delta me sorprendió ver filas tan largas de personas esperando un solo autobús. Los casos más extremos son las de las Alimentadoras 48 y 45. Una fila de no menos de 60 personas.

Regresé al centro otra vez en la Línea 1 donde nuevamente en el paradero de la Deportiva se llenaron todos los pasillos del vehículo. El roce cuerpo con cuerpo ya era inevitable. Desde ahí hasta el Centro hacía calor y al mismo tiempo los aromas afloraron: una ensalada de perfume, caño, pies, smog, sudor y… lo que te imaginas. :/

Yo creo que si tuviéramos un transporte público más ágil, los aromas y roces, podían volverse hasta cierto punto soportables. Para muestra el metro de la Ciudad de México, está por demás comprobado que conviene más trasladarte así que en coche.

Estoy segura que muchos de los usuarios no les queda de otra más que usar este medio, no dudo que haya gente que aun pudiendo usar o comprar coche, lo hagan por contribuir con el medio ambiente. Pero ahí sí creo que si los gobiernos quieren que los ciudadanos seamos más sustentables, ¡que ellos también nos echen la mano implementando estrategias de movilidad más eficientes!
En la semana también escuché a un empresario transportista que en la radio justificaba el aumento del pasaje con los mismos argumentos de siempre pero me dio mucha risa cuando aseguró que él sí se sube seguido a la oruga y además “hasta la maneja” ja, ja. ¿Cuándo? ¿Cuándo van sin servicio? ¿Los domingos a las 6 de la mañana?

Fantaseo con que haya una ley que obligue a todos los funcionarios de alto rango, llámese diputados, regidores, síndicos, presidente municipal, a trasladarse en transporte público. En serio estoy segura de que habría aire acondicionado, mejorarían las calles, los tiempos, qué metro de Canadá ni qué nada. Bueno, habría hasta meseros en las unidades. Parece una jalada, pero no cabe duda que hace falta que nuestros representantes se den un bañito de pueblo para que conozcan la realidad de miles de leoneses que todos los días batallan para llegar a sus trabajos, entre empujones, tiempos muertos y faltas de respeto, sin contar a los amantes de lo ajeno que aprovechan la aglomeración para quitar celulares, bolsas y lo que puedan.

¿Con que quieren subir el costo del pasaje eeeeeh? De 9 a qué.. ¡¿10 pesos? ¿es en serio? ¿y qué ofrecerán a cambio? ¿cuántas unidades más van a comprar para reducir el tiempo de espera? ¿cuántos paraderos van a dignificar? Ya no digo que pongan aire acondicionado. Me queda claro que como usuarios tendríamos que comprometernos a cooperar por mejorar la cultura respetando al que va descender, cuidando las unidades, denunciando a los que rayan las puertas y ventanas, pero en serio, eso de que es uno de los mejores transportes del país, nadie de los usuarios lo cree.

Llegué a mi destino recordando por qué había decidido comprar el coche, aun cuando ande más rota que un calzón de vagabundo.

orugas

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