Seré honesto: Soy una persona que casi no puede dormir. Siempre estoy despierto a altas horas de la madrugada y por ello he pasado gran parte de mi vida leyendo, investigando, o viendo películas; en parte para generar deseos de dormir y también porque me resulta una hora creativa. Si intento dormir, lo más probable es que no consuele el sueño… o lo mate por culpa de una pesadilla.

Las he tenido de todo tipo: Desde estar desnudo en la calle, hasta cosas más grotescas que no quiero explorar en estos terrenos; pero la más frecuente que tengo, la que ya es parte de mi identidad como persona y que me deja bastante incómodo, es la de soñar con mis dientes tirados en el suelo o que comienzo a escupirlos.

Fui una persona con frenos, y eso te genera burlas pues de los abusivos que siempre están a la espera de que tengas alguna falla para volverse tu pan de cada día. Aunque sé que no soy el único que haya tenido estos aparatos dentales, y también sé que no soy el único con temores dentales.

¿Representan la carencia de seguridad y depresión que muchos especialistas dicen? Puede ser, pero creo que es una zona muy sensible, una que sin ser grosero, dice mucho de qué tanto te va a gustar una persona. Puede que te guste ese diente pispireto, o no dejes de pensar en cómo desacomoda toda la sonrisa de esa mujer con la que tanto anhelabas salir.

Y no sé por qué en el cine no se aprovecha tanto esta zona, y labor que representan los dentistas. Hay varios ejemplos, pero el de hoy es uno de los más perturbadores.

El doctor Alan Feinston (Corbin Bensen) lo tiene todo: una casa de lujo (para los 90’s), una esposa hermosa, y un consultorio que él mismo maneja. Su labor como dentista es su pasión entera y no es para nada malo, el problema que tiene Feinston es que tiene una manía con el hecho de limpiar todo, todo debe ser pulcro, todo debe ser higiénico, y una mañana resulta que su camisa tiene una mancha. Esto lo incomoda de manera brusca y el día apenas empieza, porque al darse cuenta de que su amada esposa lo engaña con el que limpia la piscina, desencadena una ola en su interior, un degenere mental que comienza a jugar con su percepción y que lo hace volverse más y más violento.

Hay una incertidumbre de si lo que estás presenciando es real o no.

Hay una incertidumbre de si lo que estás presenciando es real o no.

Esta película está olvidada entre aquellas que de seguro veías cada que pasabas al centro de videos de tu colonia, pero El Dentista merece más que ello. Seguro, tiene el look de una película porno, que quizás sea su más grande falla, porque la iluminación es atroz y le da esa apariencia, además de que el tiempo no ha sido buena con el aspecto visual y nadie se ha preocupado por remasterizarla (tenemos Troll 2 restaurada pero no El Dentista).

Si logras pasar esto, encontrarás una de las mejores obras de Brian Yuzna, quien no muy a menudo saltaba a la silla del director. Apoyado con un guión de Stuart Gordon, El Dentista entra el el terreno del “guiñol” y vemos a un personaje bastante perturbado que termina cometiendo atrocidades ante la percepción de tener todo y nada a la vez. Es más inteligente de lo que aparenta y no comienza siendo violenta, sino que acompañamos a Feinston quien ya tiene problemas en el momento que explota.

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Corbin Bensen es genial como el protagonista, porque se ve inseguro, y tiene apariencia de una persona normal, la fachada del dentista que ves todos los sábados y que de manera inesperada puede sacarte una sonrisa en su decadente recorrido con el que de alguna manera te identificas. Todos hemos tenido un día malo y tenemos una obsesión que los demás no entienden, esto de ninguna manera lo hace simpático ni justifica sus acciones que van desde asesinar hasta violar, pero lo entiendes.

¿Mark Ruffalo? ¿Eres tú?

¿Mark Ruffalo? ¿Eres tú?

 

Y el gran recurso que tiene El Dentista (y para lo que vive Yuzna) es en las secuencias dentales. En un auténtico terror oral volteas a otra parte por ver cómo se rompen esos dientes o cómo sangran las encías de un niño, piensas en todo momento en el ruido del taladro que ataca tus tímpanos y recuerdas esos días donde de verdad te dolía pero nadie te ayudaba. Son grandes secuencias que resultan antecedentes de lo que fue el boom del “torture porn” y que también se dan el lujo de no siempre ser realistas, de jugar con lo grotesco y también hacernos pensar igual que el doc que la suciedad es algo que no quieres ver.

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Algo tradicional del catálogo fílmico de Yuzna es el horror corporal, El dentista no se queda atrás y a pesar de tener 20 años, los efectos siguen logrando su cometido de ser aberrantes.

Violenta, degenerada, pero al final de cuentas una buena película, El Dentista quedó abandonada en las repisas de vhs y no llega ni a culto, pero sería buen momento para re-evaluar una película que captura esa sensación que tienes cuando estás a la espera del consultorio dental y oyes el taladro que tarde o temprano, va a estar dentro de tu boca… y no puedes hacer nada al respecto.

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