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LA CIUDAD DEL PECADO / por: Gerardo Mares

Camellando por las calles de la ciudad del pecado…

Ante una cartelera comercial y cultural de verdad pedorra, gracias a Dios existen otras de formas de nutrir la cinefagia. Ya hace un buen que el venerado Roberto Fontanarrosa colgó los tenis, dejando en la orfandad al antihéroe más cínico, subversivo, misógino, racista, despiadado y francamente culero que haya emanado de las tiras cómicas; personaje dado a conocer en nuestro país por la otrora combativa revista Proceso de don Julio Scherer García. El destino quiso que fuera el arte cinematográfico quien le brindara un tardío homenaje post mortem al monero nativo de Rosario, Argentina  y terminara inmortalizando en las chaqueteras mentes juveniles y en las generaciones más veteranas de espectadores, la inigualable estatura de un personaje de historieta que ha trascendido el tiempo y el espacio rioplatense…

Un excombatiente de Vietnam -con la psicología y ética de un soldado de la fortuna, o sea altamente mercenaria- de apodo Boogie, ha desarrollado una notable carrera como matarife en los míseros suburbios de una urbe cosmopolita. En esta extravagante ciudad del pecado, el capo Sonny Calabria que está siendo asediado por la justicia, contrata a Blackburn para que asesine a su ex amante Marcia quien se ha convertido en un importante testigo de la fiscalía y elimine de pasadita a “el aceitoso”, célebre por su ruin mezquindad, avaricia y eficacia para romper hocicos (literalmente). Decidido a no perder su fuente de ingresos, Boogie se enfrenta con el  experto en artes marciales en el interior de un departamento al que vuelan en pedazos, quedando ambos contrincantes seriamente lesionados. Boogie secuestra a Marcia e inicia un tour de force de violencia, misoginia y masacres por mayoreo. Boogie entrega a Marcia a sus verdugos por quinientos mil dólares, pero un inesperado sentimiento de culpa hace que vuelva sobre sus pasos para rescatar a la mujer. En un cruento combate llevado a cabo en un paraje lleno de árboles, Boogie elimina a Blackburn a puñetazo limpio. Perseguidos por un ejército de policías bajo el control de la mafia, y a punto de ser liberado el capo; Boogiey Marcia entran a trompicones al juzgado desatando una verdadera guerra campal de proporciones bélicas. Boogie y Marcia  eliminan a punta de metralleta a los esbirros del minúsculo Sonny…

Quien haya leído y disfrutado de las aventuras de este matón emparentado por su vestimenta y actitud con los detectives de serie negra y convertido por la ironía de trazo grueso del tardío –y porque no decirlo, del peor- Fontanarrosa en un agudo observador de la corrupción, debacle y la doble moral de la humanidad en una actitud al margen de la acción pugilística; se regocijará con esta especie de resurrección-regreso-a-los-orígenes a plenitud,  a pesar o gracias a los excesos sanguinolentos del metraje animado; sin necesidad de recurrir a la cita cinéfila pedante como ha ocurrido con dos o tres jóvenes intelectuales que inmediatamente la relacionaron con los ejercicios de estilo Sin City (2005) de Robert Rodriguez (así, sin acento) y la novela gráfica de Frank Miller; algo totalmente alejado de la realidad, nomás con percibir desde los primeros minutos de metraje o cualquier viñeta escogida al azar, que tanto el agudo estudio del monerocomo su contraparte fílmica Gustavo Cova, superan con una carga malsana de humor y delirante exceso visual la propuesta irritantemente estética del cineasta chicano. Narrador fílmico a fin y al cabo, el realizador argentino se da gusto en rememorar algunos elementos del buen film noir al que homenajea de manera sutil y elegante: del estilo petrificado de los duelos del anime japonés y su guiño a Sergio Leone con partitura morriconiana incluida; al del espectáculo vertiginoso con la ruptura del tempo utilizando la acción ralentizada para la estilización de la violencia gráfica, además de apreciarse cierto rasgo de humanidad para este looser citadino en una abierta referencia hacia la obra del maestro Sam Peckinpah. Incluso, absortos por la dinámica de la acción, los autores del film se dan gusto de parodiar una espuria subcorriente de la road movie conocida como buddy film, cuyo afilado ojo crítico se centra y concentra en el filme Smokey and the Bandit (1977) de la autoría de un tal Hal Needham.

Vilipendiada acremente por un sector de la crítica capitalina por la utilización del doblaje en un español neutro para su comercialización a gran escala (periodistas que convenientemente olvidan que los diálogos escritos por Fontanarrosa estaban redactados con ese carácter para darle una resonancia de carácter universal) ciertamente las participaciones de Jesús Ochoa y Susana Zabaleta se erigen como un pesado lastre para la identificación de los personajes con los fanáticos a ultranza entre los que me cuento incondicionalmente. Y otro poco, a meter con calzador algunas de las mejores viñetas que rompen con la línea trazada por el guión. Realizada con tecnología en 3D para su exhibición comercial, aún se alcanza a percibir la artesanía de un recurso algo rudimentario para los estándares alcanzados por la cinematografía nacional. De hecho, son las viñetas a color o blanco y negro en animación tradicional las que desprendenuna mayor fuerza a pesar de su brevedad, por lo que el fan se queda elucubrando con un dejo de tristeza lo que hubiera podido lograrse de haber optado el equipo creativo por este camino. Ante el creciente desarrollo, ideas, historias y dominio técnico del género de la animación en nuestros países, Boogie el aceitoso es un modesto pero digno intento de competir y descollar en el lucrativo mercado de las caricaturas para adultos.

Boogie, el aceitoso/ D: Gustavo Cova/ G: Marcello Paez-Cubell basado en los personajes de Roberto Fontanarrosa/ D de A: Sebastián Ramseg/ E: Andrés Fernández/ M: Diego Monk/ P: Illusion Studios, Proceso. Argentina, México. 2009

 

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