Counterpoint

HENRY: RETRATO DE UN ASESINO (1986).

Es curioso cómo los planes de uno comienzan de una forma para después volverse intenciones completamente diferentes. Queremos ser astronautas y nos volvemos oficinistas, queremos tener hijos y seguimos solteros, queremos tener tiempo para nosotros y no podemos dejar de salir todos los días de fiesta; somos muy extraños y eso también nos afecta en cuestiones artísticas.

O por lo menos eso cree John McNaughton.

John pensaba en qué debía de ser su siguiente película. Su anterior proyecto, un documental del crimen organizado fue un éxito y quería seguir por la misma linea haciendo un documental acerca de la lucha libre, pero sus planes fueron frustrados en medio de la pre producción. Todavía tiene dinero y está quiere que su siguiente largometraje sea uno de ficción; tuvo una infancia repleta de películas de horror, así que quiere entrar en el terreno de los monstruos ¿O alienígenas? ¿Qué tal zombies? Los hombres lobos no, son muy gastados en estos años ¿Fantasmas? Podría ser.

Piensa en el asunto mientras va a la oficina de Gus Kavooras, un viejo amigo de la infancia; al llegar Gus lo felicita por tener en mente un proyecto aunque John le dice que no tiene idea sobre qué tratará. Platican mientras John fija sus ojos en una colección de vhs adyacentes en la mesa, los agarra y al poner el primero en el reproductor, deja de pensar por un momento: es un programa grabado de 20/20, el episodio es sobre Henry Lee Lucas.

John ya no tiene deseos de hacer una película de extraterrestres, o de zombies, o de vampiros, se acaba de encontrar con el monstruo adecuado.

Presenciamos una secuencia que raya en lo surreal. Por un lado vemos a Henry (Michael Rooker), comer en un restaurante y manejar en su coche por un paisaje nublado de Chicago. Esta escena es interrumpida de vez en cuando -e inicia- con los cadáveres de varias mujeres en diferentes lados.

Henry es un despiadado asesino.

La película te ataca de manera inesperada: estas imágenes aparecen de pronto con sonidos que simulan ser las víctimas en sus últimos momentos.

La película te ataca de manera inesperada: estas imágenes aparecen repentinamente con sonidos que simulan ser las víctimas en sus últimos momentos para luego volver a la calma de la vida falsa de Henry.

Henry viaja por la carretera matando mujeres y ocasionalmente consiguiendo trabajos que solventan su afición por la cerveza barata. Vive con su mejor amigo Ottis (Tom Towles) quien trabaja en una gasolinera y cuando no lo hace vende drogas acosando de manera sexual a sus clientes; Ottis  recibe la visita de Becky (Tracy Arnold), su hermana, quien ha decidido escapar del abuso que sufre a manos de su esposo y se instala en la casa en donde reside este par… aunque ella nunca sabe de las actividades de ninguno de los dos, sólo se siente atraída hacia la actitud tímida de Henry.

Henry: Retrato de un asesino fue una película filmada en 16mm, con un presupuesto de 100,000 dólares y en tiempo récord de un mes… para después ser enlatada y repudiada en una batalla contra la censura que duró 3 años. Es irónico que los certificados encargados de esta labor quisieran minimizar las escenas violentas cortando sólo unos segundos, como si esto omitiera el hecho de que es una película muy cruda, cruel y desagradable.

Y esto es controversial, porque es una gran película.

No me malinterpreten, el hecho de que que sea tan viciosa y desagradable no la hace fácil de ver, pero es en en su ejecución que sobresale y es prueba fehaciente de que la calidad no proviene de tener mucho dinero. McNaughton tuvo oportunidades casi miserables para su proyecto y aprovechó cada una para crear un testimonio crítico de la mente de un asesino serial a la vez creando una admonición que en muchos sentidos hacen ver a Henry: Retrato de un asesino como una película muy adelantada a su época y una muy influyente tanto en el cine independiente, como en el cine transgresor.

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Toda la película se siente como algo que no deberías de ver, es sucia con el audio no siempre definido… su poderío audiovisual es uno que me recuerda a “La Masacre de Texas”, en donde estos elementos generan más disconformidad de lo que ves.

Michael Rooker en estos tiempos es más conocido por su papel en The Walking Dead y como Yondu en Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014), pero allá en los 80’s era un actor sin rumbo. Tomó la decisión de actuar en la película sin importarle la calidad de esta porque quería una oportunidad y quería demostrar su capacidad actoral… y como Henry es estremecedor. Carece de alguna emoción a excepción de cuando involucra violencia y su cambio puede ser tan repentino que asusta al espectador, como si se tratara de un tigre en acecho. Esto lo hace complicado, porque no sientes empatía por él (sabemos lo que hace), pero Henry es víctima de las circunstancias.

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Y como actor de método, nunca salió de personaje, eso quiere decir que incluso al dejar de filmar estuvo retraído y agresivo. Rooker se conectó con un personaje infernal y eso le atrajo más propuestas fílmicas y de las pocas cosas que alabaron los críticos en ese entonces.

Porque al final, esta trinidad de “perdedores” son aquellos que el mundo ha rechazado o que se hace de la vista gorda de que existan. Henry es un monstruo que acaba de descubrir su fascinación por matar, al mismo tiempo que lo deja en shock, Ottis es un homosexual reprimido que ve en el crimen un desfogue a su rechazo sexual, y una forma de acercamiento con un hombre por el que probablemente sienta algo más que sólo amigos. Y el caso más triste es el de Becky, una mujer que huyendo de la violencia, encuentra más soportando el acoso de su hermano, carente de habilidades sociales que le hacen saltar al primer hombre que percibe como no violento.

Y esta trinidad funciona por un peculiar juego de celos, violencia, tristeza y algunos momentos fugaces de felicidad.

No es coincidencia que los personajes encuentren estos momentos a través de cintas que muestran lo irreal de su situación.

No es coincidencia que los personajes encuentren estos momentos a través de cintas que muestran lo irreal de su situación.

John McNaughton suele comentar que el día del estreno, la gente se salía de la sala de cine, y que al término de la función nadie dijo nada. Abandonó el lugar y se encontró un hombre transtornado por lo que acababa de ver. Le reclamó sobre su material, sobre sus intenciones y de que esto no podía ser, que cómo una película mostraba el día a día de un asesino sin volverse un juicio. McNaughton se limitó a decir “Ahí está, ya se hizo”.

El cine nos mete en mundos ajenos al nuestro, nos muestra una fantasía de la que a veces quisiéramos ser partícipes, pero es un error pensar que sólo se va a dedicar a a hacer esto. A veces también hace falta de una película que nos muestre un momento y una vida que ronda por ahí en las calles, esperando a que seamos débiles, esta película es una de ellas.

 

 

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