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TERCERA ETAPA: BOSTON

Al grupo de Hard Rock Boston fácilmente se le puede etiquetar como una rara avis dentro del panorama del mainstrean norteamericano. Despreocupados por producir realizaciones genéricas muy de nuestra época, su videografía se reduce a dos clips de ínfimo nivel técnico. Y muy pocas de sus melodías han rotado por las señales de la radio para ser consideradas como hits. Esto ha generado que, salvo el caso de More than a feeling del álbum debut homónimo y Amanda de su muy posterior Third Stage; la mayor parte de su música se encuentre en una especie de limbo, desconocida para los amantes del buen rock.

De hecho, resulta que la propia carrera de los músicos norteamericanos bajo la batuta de Tom Scholz se reduce a cinco long plays en poco más de seis décadas de trayectoria; un periplo marcado por las tensiones internas, demandas y contrademandas contra sus productores,  las defecciones naturales en la alineación original y la claudicación contra las imposiciones industriales que han marcado una obra atípica para los estándares, al menos en lo que respecta a su etapa inicial. En lo que fue una clara vocación experimental a través de la tecnología que los convirtió, incluso por culpa de la megalomanía de su fundador, en uno de los grupos considerados de concepto, sobresale un estilo entre orquestal y clásico que ha dejado grandes rolas para el consumo doméstico, a destacar Smokin, Hitch a ride, Piece of mind, Walk on, We’re ready. Si no fuera por sus dos esperpentos visuales, muy pocos conocerían la jeta de los presuntos implicados, de cualquier forma, un sonido difundido por la radio lo que impide la fijación en la retina de una imagen concreta sobre los ejecutantes.

De un sonido armónico por encima de la norma, melodioso y elegante a la vez que frenético, lírico y atípico para la época, la aportación de la banda al movimiento del hard rock y al metal quedan de manifiesto en rolas cuya excesiva orquestación y cierto sentido sinfónico sentaron las bases para explosión de la música en los grandes estadios; una apuesta que prescindió  de la crudeza rasposa de muchas fórmulas preestablecidas y cuyo eje literario se enfocó  en las descripciones sobre el amor no correspondido, el desengaño, la ruptura, la soledad y el viaje iniciático como motivos principales.

A Boston lo integraron además del cerebro creativo y multi-instrumentista Tom Scholz; el fallecido Brad Delp de una potente voz barítona; Shib Hashian en la batería, Fran Sheehan en el bajo y Barry Goudreu en la guitarra de acompañamiento.

Don’t look back no es un video en condiciones; de hecho su imagen y su banda sonora dejan mucho que desear, lo que no impide apreciar las dotes de una especie de virtuosismo derivado de los artificios tecnológicos con los que jugaba Tom Scholz y que los puso en una estatura sobresaliente; una accidentada trayectoria entre juzgados, estudios de grabación; la batalla de un soñador contra las imposiciones mercantiles de la industria y que por razones sobre el dominio autoral de la obra, no fue lo prolífica que se esperaba. No importa, por ahí andan rolando con alguno que otro clásico a sus espaldas…

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