últimas ondas

¡QUIÚBOLE! / LÁGRIMAS PERMANENTES /POR: HILARIA MELENAS

Que el bulevar Hidalgo se inunde con apenas una lluviecita leve, no es de a gratis. Si algo ha marcado la historia de León han sido sus inundaciones que arrasaron con la ciudad y la vida de cientos de personas.

¿Y quién sabe de ellos? ¿De qué manera se les recuerda y honra su memoria? Que yo sepa, oficialmente nadie. Pocos o casi nadie los conocemos, incluso desconocemos de las desventuras escritas en las páginas de la historia de la ciudad.

Un tip: por la calle Madero, casi esquina con calle Manuel Doblado en el Centro Histórico, lo que parece ser una placa grabada en bajo relieve, posee una leyenda cuyo contenido es testigo del tiempo.

“ALTURA DEL AGUA JUNIO DE 1888”, dice en forma de pirámide invertida. Si mis cálculos no fallan, el letrero está a una altura de 1.50 metros aproximadamente.

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Si este muro hablara ¡cuántas cosas podría contar! Ha sobrevivido casi 128 años, más de un siglo soportando la intemperie y las amenazas de los depredadores del patrimonio arquitectónico pero sobre todo, de los que no les ha importado conservar el patrimonio histórico de la ciudad.

Para empezar yo creo que nos la rayaría. En primer lugar porque el lugar donde está, ahora es una tienda Oxxo. En segundo porque somos unos ingratos que hemos aprendido muy poco o casi nada de esas desgracias. Como prueba, basta ver cada temporada de lluvia las principales avenidas de la ciudad.

Poniéndome más romántica, la neta sí me entristeció ver que la placa pasa tan desapercibida entre el andar de transeúntes y el ruido de los automóviles. Y en parte no los culpo. Conocer la ciudad es prácticamente una labor autodidacta, pues a lo mucho en la primaria cada 20 de enero (día de la fundación de la ciudad), te pedían un resumen que transcribías de las láminas que vendían en la papelería.

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El que sí se puso las pilas fue el historiador Mariano González Leal, un quien por cierto es una enciclopedia humana de León. En su libro “León trayectoria y destino” narra la forma en que inició la tragedia en junio de 1888.

Desde el día 6 comenzó a llover más o menos fuerte, pero el 18 cayó una tromba que arrojó grandes torrentes de agua. Hasta en las calles más altas el agua subió un metro de altura.

El primer lugar afectado fue el Barrio del Coecillo, se cayeron las casas. El fenómeno ocasionó sufrimiento y pérdidas materiales y humanas: el Teatro Doblado sirvió de refugio para muchas personas, entre ellos el de un chavo que encontró a su prometida en los cadáveres que sacaron del agua, cual historia de película. También que el padre Pablo de Anda (sí, el del sanatorio) dio asilo en su iglesia a muchas personas que lo perdieron todo.

El caso es que el agua inundó media ciudad. Y no eran charquitos, era una señora inundación: más de 2 mil casas destruidas, 242 muertos, mil 400 desaparecidos, más de 5 mil familias quedaron en la miseria. Herramienta, ropa y miles de objetos flotando. La historia se repitió con en 1911 y 1926, aunque con menos pérdidas. ¿Te imaginas a medio León inundado en estos tiempos? Lo visualizo y sí me anda dando frío.

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A propósito de esto me fui a dar una vuelta al centro para ver el lugar donde ocurrieron los hechos. No la creo. Todo es tan diferente. No es que esperara ver las calles cubiertas de agua, pero es increíble ver a nuestra ciudad tan seca el 80 por ciento del año. Pero al mismo tiempo ahora ser parte de su reconstrucción, de alguna manera también ver su fortaleza, (con todo y que la mayoría estamos bien jodidos, endeudados hasta el cuello, vivimos al día, pero no nos perdemos un partido del León y tenemos un poquito de esperanza en que las cosas van a mejorar).

Las fotos antiguas y la realidad de hoy parecen mundos distintos. ¿Sabrá el señor globero que donde está parado hace 128 años el agua le llegaba hasta el cuello? Luego vi al pordiosero que repite acostado frente a Catedral: “Por el amor de Dios, ayúdeme” y me lo imaginé flotando entre las aguas de aquel entonces, con todo y el cartoncito en el que se acuesta; también al vagabundo conocido como “El Mochilas” sin poder avanzar con sus bolsas sumergidas en el agua.
Chale, sí estuvo gacho.

Con mayor razón ahora podríamos cooperar en algo tan simple como evitar tirar basura en la calle para que no se tapen las alcantarillas, o ya de perdis contándole a los chavos esta parte de nuestra historia, porque bien dicen que si no la conocemos la vamos a repetir. (Y yo no quiero morir tan joven y sin haber amado).

Así que banda contrapuntera, cuando llueva en León, acuérdate de que un pasado trágico sacudió a la ciudad hace muchos años. No más por curiosidad ve a conocer la placa en la Madero, quizá por ahí anduvieron tus bisabuelos o hasta tus abuelos… los mismos que salieron adelante y que nos dejaron la encomienda de hoy salir al quite.

FIN

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