The Who tiene una gran selección de discos en su haber; son criminalmente infravalorados por el peso de The Rolling Stones y The Beatles, no es que no sean reconocidos, pero quedan más como una mera curiosidad entre el populismo que como un boom en la música al nivel de las otra dos mencionadas.

El primer disco que yo escuché de la banda fue Tommy; llegué a ese disco tras hacer una investigación sobre los discos conceptuales (una etapa en mi vida donde escuchaba The Wall casi todos los días)…y en particular por un episodio de los Simpsons, donde Homero le pide a la banda tocar pinball wizard. Cabe decir que las máquinas de pinball me fascinan y ese fue otro factor (estúpido, pero en esta cosa llamada vida, los factores conllevan a una respuesta o reacción, no importa su valor o tamaño).

Lo escuché y me fascinó, encontré un disco que tenía una historia bastante extraña una historia que era un tanto encriptada y que no era mu fácil de comprender: un niño sordo/mudo y tonto, algo así como en un estado de shock, que tras tanto sufrir pasa de ser un maestro en el pinball, a ser el líder de un culto religioso.

El disco resultó ser un gran éxito en ventas, era el fenómeno del momento…y entonces una persona dijo: ¿Qué tal si hacemos una adaptación cinematográfica? después de todo, tenía una historia.

El grupo no encontraba un director adecuado para que captara la esencia del disco, hasta que vieron la posibilidad en un realizador nada ajeno a los proyectos extraños: Ken Russell.

Tommy cuenta la historia del disco casi al pié de la letra, salvo unos cambios que se hicieron, pero la esencia queda intacta. Un Capitán (Robert Powell) deja a su esposa embarazada (Ann Margret) para combatir en la WWII, tiempo después ella recibe la noticia de que su esposo falleció en combate, y da a luz a Tommy; pasan los años y su madre se enamora de un hombre llamado Frank (Oliver Reed) y una noche, el capitán regresa. Eso pone feliz al pequeño Tommy, el cual lo acompaña a su cuarto para descubrir a la actual pareja teniendo relaciones sexuales; mientras la discusión se acalora, Frank mata al capitán y amenaza a Tommy de que “aquí no pasó nada”.

El tiempo transcurre, y Tommy (Roger Daltrey) sigue siendo una persona alejada de la realidad; siendo un adolescente, sigue siendo el recuerdo de Frank y su madre del pecado que cometieron, y buscan a como dé lugar una cura para el muchacho.

 

Mientras Tommy tiene presagios sobre sus habilidades mientras combate la dualidad entre su psique y su anormalidad.

Mientras Tommy tiene presagios sobre sus habilidades y combate la dualidad entre su psique y su anormalidad.

 

Si el disco era de una narrativa confusa y algo complicada de seguir, Russell se encargó de entregarnos uno de los musicales más extraños y algo dispares de toda su filmografía, y eso que estoy contando a Lisztomania (que también salió ese año). Tommy tiene un problema a la hora de querer hacernos sentir por los personajes, simplemente somos testigos de las cosas que suceden pero no hay ninguna complejidad emocional, eso puede deberse o por el material original, por la segura pelea de egos entre Russell y Pete Townshed (al final de cuentas, era su bebé al que estaban adaptando). Yo me inclino hacia la primera teoría; Tommy es un disco en el que sentimos poca empatía por el personaje principal…es un idiota que sigue en un estado de shock, y sus padres son aún más estúpidos por dejar que tanto charlatán o peligro para su hijo se acerque, Tommy queda más como un mueble que como un hijo para su madre, quien decide tener una segunda oportunidad (por lo menos en la película), donde el disco tiene sus “highlights” son en los mismo charlatanes y abusadores que tienen canciones enfocadas en ver a Tommy y sus discapacidades. Eso queda reflejado en la película, Daltrey no hace mucho, sólo está con la boca abierta durante un buen rato, y los demás actores se muestran al contrario, muy eufóricos (sobre todo Oliver Reed, aunado a su nula experiencia para cantar).

 

Quizás no cante, pero tiene... otras formas de ganarnos.

Quizás no cante, pero tiene… otras formas de ganarnos.

 

¿Has escuchado que las películas se ven mejor si estás drogado? Ese argumento lo he escuchado muchas veces, quizás Tommy sea la película esencial para ese tipo de experiencias, porque si bien cojea para contarnos un drama o en conocer su personaje principal, tiene un increíble cuidado en sus decorados y efectos. Hay secuencias musicales muy originales que uno espera ver la otra para ver cómo se superan, incluso la sobreactuación le da un sabor psicodélico y único. En ese sentido Tommy es más una especie de experimento audiovisual que una película tradicional.

Tengo mis secuencias favoritas, entre ellas “The Acid Queen” y “Champagne”. De la primera tengo un muy grato recuerdo de mi infancia; pues teníamos un vinyl de la versión de esa canción cantada por la siempre imponente Tina Turner; es la secuencia musical más enigmática de todas, muy claustrofóbica y que gracias a los ángulos de cámara nos hace ver las cosas más grandes o más pequeñas, cuál fantasía de Carroll.

De la otra, queda clara el por qué la nominación de Ann-Margret. Quizás sea muy caricaturesco su personaje, pero qué voz se cargaba; sobre todo en su secuencia, vemos como la madre de Tommy se muestra sensual, frenética y desesperada por las riquezas que su hijo les ha traído, aunado a su problema…y entonces todo se vuelve una pesadilla con espuma, chocolate y frijoles.

¿Puedo recomendar Tommy? diría que para los fanáticos de pecho de la banda es un “sí”. Para los demás, estás frente a un musical muy, pero muy peculiar. Vela por su gran imaginario, y prepara tu bingo de músicos…aparecen por montones. Tommy de cierta manera captura los excesos de una década, una década donde el cine fue muy fructífero, y sin miedos.

 

 

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